Exposición la obra de cuatro fotógrafos clave de La Movida

García Alix 1984 Ana Curra esperando mis besos

Alberto García-Alix
Ana Curra esperando mis besos, 1984
Gelatina y plata sobre papel baritado, tintado al té. Copia de época
© Alberto García-Alix/VEGAP

La Fundación Foto Colectania, gracias a la colaboración de la Fundación Banco Sabadell, ha inaugurado hoy la exposición ‘La Movida. Crónica de una agitación. 1978-1988’, comisariada por Antoine de Beaupré, Pepe Font de Mora e Irene de Mendoza y coproducida por Foto Colectania y Les Rencontres d’ Arles.

La exposición llega a Barcelona después de haber pasado por el cincuenta aniversario del festival de fotografía más importante del mundo, Les Rencontres d’ Arles, donde obtuvo gran éxito de crítica y público. Precisamente la obra elegida para el cartel del festival fue una imagen de la fotógrafa Ouka Leele.

Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo formaron parte de La Movida, convivieron y se encontraron en diferentes ambientes, pero lo excepcional es que cada uno la vivió y fotografió con una energía irrepetible y aproximándose desde polos radicalmente diferentes.

La exposición presenta una multifacética mirada sobre este movimiento, en la que se pueden contemplar extraordinarias fotografías de todos los autores, auténticas joyas como las copias de época de García-Alix, los originales coloreados de Ouka Leele, o los cibachromes de Pérez-Mínguez y Miguel Trillo. La muestra incluye además una selección de materiales como vinilos, fanzines o carteles, así como una proyección de actuaciones musicales, que complementan los universos de los fotógrafos con otros ámbitos como la música o el cine.

Las obras de la exposición pertenecen a los propios fotógrafos y a la Colección Adolfo Autric.

La Movida está considerada una de las épocas más singulares y espontáneas de la cultura contemporánea española, que tuvo lugar fundamentalmente en Madrid en los primeros años ochenta, coincidiendo con la alcaldía de Enrique Tierno Galván. Tras varias décadas de dictadura y ostracismo, la transición española vio aparecer una nueva generación fascinada por la modernidad y la idea de lo nuevo, que cristalizaría en creadores procedentes de diferentes campos como la música, la moda, el diseño, el cine, la pintura o la fotografía. Este apogeo cultural se distinguió de otras ciudades europeas por ser un fenómeno que conectaba directamente con la vida cotidiana del momento. El arte era la vida, y La Movida, según uno de sus protagonistas, Pablo Pérez-Mínguez, “tenía la magia de la sorpresa”.

Madrid cambia y en las calles empieza a haber más gente por la noche que durante el día. Salas de concierto como El Pentagrama o la mítica Rock-ola se convierten en espacios neurálgicos del ambiente underground; multitud de fanzines y revistas, ahora consideradas de culto, como La Luna de Madrid y Madrid me mata, vehiculan ideas y posicionamientos; miles de jóvenes de todo el país siguen semanalmente programas de televisión que estaban a la vanguardia de Europa, como La edad de oro, por la que desfilaron en directo artistas y grupos musicales tanto nacionales como internacionales, o La bola de cristal, un programa dirigido al público infantil que protagonizó la polifacética Alaska y que incorporaba actuaciones musicales de líderes del momento como Santiago Auserón de Radio Futura. Es también la época donde salen a la luz las primeras películas de Pedro Almodóvar como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, rodadas en cualquier sitio, con diálogos desenfadados y llenas de situaciones disparatadas.

La Movida se convirtió, ya en su momento, en un fenómeno enormemente publicitado y mitificado. Periódicos y televisiones de todo el mundo fueron a Madrid para hacer reportajes de lo que allí estaba pasando. Pero más allá de ser un movimiento generacional o de compartir una sola ideología, La Movida fue un momento histórico de gran efervescencia, optimista y con un eclecticismo acusado en muchas ocasiones de un exceso de narcisismo y frivolidad. Quizás por eso algunos han renegado de este movimiento, al que sería interesante aproximarse desde una óptica distinta: la de la búsqueda de la libertad y la reivindicación de ser uno mismo tras un largo periodo de estancamiento.

Tal vez, como afirman muchos de sus protagonistas, el secreto de La Movida se reduce a que ha habido épocas en las que la gente, simplemente, se ha ‘encontrado’. O como dijo Pérez-Mínguez, “donde haya tres personas con ganas de hacer algo juntos, hay una movida”.

Los fotógrafos

En este contexto, una serie de fotógrafos coincidieron en un momento de gran creatividad en sus trayectorias. Los cuatro fotógrafos que articulan la exposición fueron indiscutibles protagonistas de La Movida: Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo. Todos ellos convivieron, se cruzaron y, a su modo, cada uno de ellos fue un cronista de La Movida. La excepcionalidad de la fotografía de ese período es precisamente su aportación individual, reflejo de la diversidad de los mundos en los que se volcaron y de sus ricas personalidades desde el punto de vista fotográfico y que dan como resultado una mirada poliédrica sobre aquel momento.

Alberto García-Alix

Alberto García Alix, Eduardo y Lirio 1980

Alberto García-Alix
Eduardo Haro y Lirio, 1980
Gelatina y plata sobre papel baritado, tintado al té. Copia de época
© Alberto García-Alix/VEGAP

Las fotografías de primera época de García-Alix son testimonio de cómo se transformaba la calle y los personajes que la habitaban. Sus imágenes constituyen otra crónica del momento, que nos muestra a una generación que también fue arrasada por la droga y el sida. La frase “Don´t follow me, I´m lost” (No me sigas, estoy perdido), además de ser el primer tatuaje de García-Alix, refleja perfectamente lo que para el autor fueron aquellos años.

Ouka Leele

Ouka Leele, Madrid 1984

Ouka Leele
Madrid, 1984
Cibachrome a partir de una fotografía en blanco y negro pintada con acuarelas. Copia de época
©Ouka Leele/VEGAP

Solo las insólitas circunstancias de aquella época desenvuelta pueden explicar la frescura y el riesgo de una jovencísima creadora que se atrevió a experimentar con un lenguaje propio. Sus fotografías oníricas y llenas de artificio, pintadas con acuarela, son el resultado, según la autora, de ideas que lentamente han cobrado forma en su imaginación.

Pablo Pérez-Mínguez

Pablo Pérez Mínguez, Camerinos Rock-ola 1979-1985

Pablo Pérez-Mínguez
Camerinos del Marquee. Concierto de Alaska y los Pegamoides, 1981
Copia digital
© Pablo Pérez-Mínguez/VEGAP

Pionero en España de distintos ámbitos fotográficos, su estudio fue uno de los centros neurálgicos de La Movida, donde pasaron y se fotografiaron todos sus protagonistas. Bajo el lema del “Todo vale”, el resultado es una impactante imaginería gamberra de los personajes más relevantes de la época.

Miguel Trillo

Miguel Trillo, Madrid 1984

Miguel Trillo
Concierto de Cadena Perpetua en el Festival Lega-Rock. Leganés (Madrid), 1984
Cibachrome, copia de época
© Miguel Trillo/VEGAP

Próximo al epicentro de las actuaciones musicales y de la escena contracultural, retrata la libertad de la calle y la juventud del momento, agrupada en tribus según su manera de vestir y sus comportamientos. “Los grupos siempre hacían lo mismo sobre el escenario, siempre representaban el mismo papel, ya fuera en París, Roma, Londres o Madrid. Pero en el patio de butacas, en la arena de la plaza, el espectáculo era nuevo cada vez”.

La exposición está comisariada por Antoine de Beaupré, quien fundó Galerie 213 de París en 1997, ha trabajado en el mundo de la fotografía y comisariado varias exposiciones; y Pepe Font de Mora e Irene de Mendoza, director y directora artística de la Fundación Foto Colectania respectivamente.

La Movida. Crónica de una agitación, 1978-1988. Del 18 de octubre al 16 de febrero de 2020

Fundación Foto Colectania
Passeig Picasso 14
08003 Barcelona
www.fotocolectania.org

Horarios

De martes a sábado de 11h a 20h; y domingos de 11h a 15h.

Entrada: 4 € (Reducida: 3 €. 1er domingo de mes, entrada gratuita)

Exposición coproducida por Foto Colectania y Les Rencontres d’Arles