Chema Madoz en el Centro Andaluz de la Fotografía
La Consejería de Cultura a través del Centro Andaluz de la Fotografía, ha programado la muestra “CHEMA MADOZ”, que estará instalada en las dos salas de exposiciones (baja y primera) del CAF, desde el pasado 2 de julio al 20 de septiembre de 2015.
Exposición, compuesta por 70 fotografías de mediano y gran formato, todas en blanco y negro, realizadas entre los años 2000 al 2005, realizada por el fotógrafo madrileño Chema Madoz, Premio Nacional de Fotografía, en la que se pone de manifiesto el desarrollo de los conceptos y las técnicas con las que Chema Madoz ha venido trabajando desde principios de los años ochenta y que representan una fascinante e inagotable colección de ideas.
Una producción del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Hay muchos artistas que trabajan como en una mesa de ping-pong y juegan a ambos lados sucesivamente, confrontando polos entre iconos de lo prosaico y de la alta cultura. Gran parte del arte actual responde a las palabras de Georges Bataille: “Está claro que el mundo es pura parodia. Todo lo que vemos en él es la parodia de otra cosa, incluso es la misma cosa con una forma todavía más engañosa”, pero solo Madoz lo hace desde un punto de vista estoico; realiza siempre un equilibrado ejercicio de contención. Intenta aparecer lo menos posible en su obra y deja que las cosas, los objetos, hablen por él. Por eso los coloca en un espacio neutro y a la distancia justa.
Esta colección de fotografías de Chema Madoz nos propone por tanto un juego de percepción. Las imágenes nos hablan, nos proponen un paseo por el entendimiento. Pero no se trata aquí de descubrir la solución de un jeroglífico.
El enigma está resuelto. Era antes de que el artista descubriera su resolución plástica donde se encontraba en potencia el insondable sentido de las cosas que silenciosas y quietas en el lugar que les adjudicamos, se pasan todo el tiempo hablando.
Borja Casani. Comisario de la muestra
A lo largo de los años Madoz ha venido echando sobre sus espaldas una tarea hercúlea. Con una perseverancia que ha sabido convertir en estilo inconfundible, Madoz viene poniéndonos en contacto con esos otros mundos posibles que nos rodean, un universo de objetos tan familiares como desconocidos, tan próximos como irreductiblemente extraños. ¿Cuándo es que el fotógrafo decidió convertirse en una suerte de Hermes de esos mundos paralelos? ¿En qué momento entendió que su trabajo consistiría en descifrar incansablemente mensajes de esos lugares y objetos, próximos en el espacio y remotos en la imaginación? Debió de ser muy pronto. Y, desde entonces, asistir a una exposición suya u hojear uno de sus catálogos sólo resulta provechoso si estamos dispuestos a reconocer de entrada que aún no lo sabemos todo de esos fieles servidores que rodean nuestra más inmediata cotidianidad. Cerillas, cubiertos, relojes o libros que Madoz emplea para subrayar esa suerte de complementariedad dialéctica existente entre las categorías de lo real y lo virtual.
En rigor cabría decir que estamos ante objetos transfigurados. La mano de Madoz, como si de una suerte de acto de consagración se tratase, logra una y otra vez el misterio de la transustanciación: basta la contigüidad con otros objetos o una peculiar disposición de los mismos para que, como por ensalmo, objetos que conservan la totalidad de sus propiedades sensibles se vean enriquecidos con nuevos accidentes que inhieren sobre ellos transformándolos en algo enteramente distinto o sacando a la luz relaciones tan objetivas como inesperadas. Como queriendo hacer buena aún la doctrina del noúmeno kantiano, las cosas en el mundo de Madoz son siempre más que el concepto que nos habíamos hecho de ellas.
Y es esa transustanciación que afecta a los objetos la que hace que el lenguaje poético de Madoz no pueda ser calificado propiamente de “realismo”. Se trata en todo caso de una suerte de “realismo mágico” o de “su-rrealismo” que tiene algunos antecedentes reconocibles en las trampes d’oeil de Magritte o en los poemas-objeto de Joan Brossa.
Es todo el juego conceptual que hay bajo esos objetos minuciosamente construidos antes de fotografiados lo que da a los mundos de Madoz cierto aire idealista y ensimismado.
Como si la mirada que Madoz proyecta sobre los objetos quisiera dejar por embustero el leimotiv clásico del existencialismo, en los objetos que pueblan las instantáneas de Madoz no es de ningún modo cierto que esencia y existencia coincidan. De hecho, el perfume “mágico” que rodea al universo poético de Chema Madoz tiene que ver con que el objetivo de su cámara permite que asistamos por unos instantes a esas “vidas no vividas” de los objetos; existencias virtuales, improbables, que durante unos instantes permiten que las cosas se liberen del destino a que desde siempre se han visto arrojadas en tanto que útiles. Por Madoz sabemos de cuántas vidas diferentes le hubieran podido aguardar a un fósforo o a una escalera si su destino no hubiera sido el de servir finalmente a nuestra necesidad de fuego o de vencer la gravedad. Todos esos mundos de Madoz son mundos improbables, ciertamente, pero no imposibles (ab esse ad posse valet illatio): ahí están ante nosotros para demostrarnos su realidad.
Del texto escrito por Luis Arenas. “El rostro oculto de las cosas. Chema Madoz y la poética de la transubstanciación”.
Chema Madoz, (1958)
Cursa estudios de Historia del Arte en la universidad Complutense de Madrid, entre 1980 y 1983, que simultanea con su formación fotográfica en el Centro de Enseñanzas de la Imagen.
Realiza su primera exposición de fotografía en 1985 (Real Sociedad Fotográfica de Madrid), a la que seguirán numerosas muestras colectivas e individuales tanto en España como en otros países.
A principios de los años noventa posee ya un lenguaje definido y personal. Su mundo se centra en la presencia insólita y poética de los objetos que selecciona y dispone en escenarios íntimos, construidos por él mismo, y que fotografía en blanco y negro, extrayendo de ellos una luz y un aliento poético de gran capacidad de seducción para el espectador. En su obra – próxima a la poesía visual, a la pintura y a la escultura -, los objetos, descontextualizados, se trascienden a sí mismos y enseñan algo que una mirada ordinaria oculta. Toma la mayoría de sus fotografías con luz natural y sólo introduce luz artificial para resaltar algún detalle. Madoz cuestiona la realidad, invita a la observación y la reflexión del espectador, y a descubrir la poesía que emana de cada objeto sometiéndolo a ligeras transformaciones y privándolo de su función habitual, modificando el contexto de su uso y alterando la percepción de la realidad.
Ha obtenido el premio Kodak (1991), el Premio Nacional de Fotografía (2000), Premio Higasikawa, Overseas Photographer, Japón (2000) y autor destacado de la Bienal de Houston, Fotofest (2000). Recientemente es galardonado con el V Premio Nacional de Fotografía Piedad Isla (2014). Ha expuesto individualmente, entre otros, en el Museo de Bellas Artes de Caracas, Cheteau d’eau de Tolouse, Centro Galego de Arte Contemporáneo, CGAC, de Santiago de Compostela, Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, MNCARS, de Madrid, Fundación Telefónica, Madrid.
Su obra se encuentra en importantes colecciones como: MNCARS, CGAC, Institut Valencià d’Art Modern, IVAM, Museo Marugame Hirai, Museum of Fine Arts de Houston, Saastamoinen Foundation Art Collection de Helsinki o Centre Pompidou de París.
Chema Madoz participó en 1994, uniéndose a otros fotógrafos invitados por el Centro Andaluz de la Fotografía, en el proyecto “Colección Polaroid cámara gigante” creando siete imágenes que, desde entonces, forman parte de los fondos fotográficos de la institución.
WEB: http://www.chemamadoz.com/
www.centroandaluzdelafotografia.es