UNED Barbastro: José Quintanilla y Antonio Lachós

UNED de Barbastro, desde el pasado 1 de junio hasta el 30 de junio de 2018.

En colaboración con el Centro Asociado de la UNED de Barbastro y la Fundación Ramón J. Sender, Bfoto presenta dos visiones muy diferentes relacionadas con la temática de esta edición: RURAL. Los coches dawinistas de Antonio Lachós y Entre raíces y ausencias de José Quintanilla.

José Quintanilla, Entre raíces y ausencias

José Quintanilla, Raíces

El tiempo transcurre, se precipita imparable, transformando el olvido en ruina. La Naturaleza, forzada a repetir sus ciclos vitales una y otra vez, tenazmente hasta recuperar territorios arrebatados, adueñándose poco a poco del corazón y la memoria de las cosas, donde la melancolía predispone a la poesía.

El tránsito entre lo bello como expresión de lo espiritual y lo siniestro que debe estar presente bajo forma de ausencia, invitando al observador a reflexionar sobre aquello que no está presente pero complementa y sustenta lo sublime como goce estético. Imágenes con una gran carga emocional que nos conectan directamente con nuestros orígenes, la añoranza de un paisaje que desaparece en medio de una sociedad tan acelerada, que apenas deja tiempo para la contemplación.

Una profunda reflexión sobre la España rural, los pueblos y aldeas que se vacían, los campos que se desangran en un éxodo imparable hacia la ciudad. Un homenaje a la memoria de nuestros padres y abuelos condenados a un doloroso olvido. A los que no forman parte de la historia pero la construyeron a base de esfuerzo, sudor y lágrimas. A los perdedores, a los ignorados que no forman parte de la tradición, de la mentira compartida.

Más información en http://www.bfoto.org/trabajos/jose-quintanilla/ y www.josequintanilla.com

Antonio Lachós, Coches darwinistas

Antonio Lachos, coches rural

Yo antes era alemán, como casi todos. Rezaba a los Becher y tenía un póster de Thomas Ruff. Pero ya estoy curado. En esa época me dio por los coches, pero no en las ciudades, eso es de pobres. Buscaba coches por el campo como quien busca caracoles o votos. Todo viene porque no me gusta nada que en las ciudades haya árboles. Que en esos inhóspitos lugares repletos de rotondas, cuñados y perros con jersey existan árboles es una grave anomalía que deberían contemplar los derechos humanos pues supone poner la fotosíntesis en turno de noche. Y es ofensivo, como cuando vemos a una chica guapa con un señor millonario (uy, perdón, chico guapo-señora millonaria, táchese lo que no proceda).

En ese mismo nivel de transgresión están los coches abandonados en el campo: la sombra del land art es alargada. En estos coches pasaron muchas cosas: lunas rotas, bacas flacas, gatos oxidados, coitos épicos, algún óbito. Y como los toros devueltos a chiqueros, esperan pacientes una segunda oportunidad para que la vida les dé todo lo que merecen. Desde allí modifican el entorno y explican la ruralidad, esa que tiene a la tecnología como sierva y no como dueña.

Todos terminan siendo coches de época, por esos caprichos del tiempo que convierten en época todo lo que toca. Y van mimetizándose con ese lugar al que llegaron, pasando a formar parte de la propia naturaleza, adaptando el color de la chapa e incluso el olor. Puro darwinismo.

Más información en http://www.bfoto.org/trabajos/antonio-lachos/