Aquí, junto al agua. Nicaragua de Rafael Trobat
La Consejería de Cultura, a través del Centro Andaluz de la Fotografía, participa en la programación de PHotoEspaña 2015 con esta muestra que estará instalada del 10 al 29 de septiembre de 2015 en la sala de exposiciones del Instituto Cervantes de París (7 Rue Quentín-Bouchart, 75008, París).
Continúa así la vertiente internacional en la que el Centro Andaluz de la Fotografía se reafirmó a lo largo de 2014, mostrando sus Fondos Fotográficos en Centroamérica, Canadá y distintos países europeos.
Aquí junto al agua. Nicaragua es un proyecto fotográfico desarrollado por Rafael Trobat en un momento clave de la historia del país centroamericano: el fin de la Revolución Popular Sandinista y el comienzo de una etapa de transición, que el autor utiliza como telón de fondo para realizar un retrato de la sociedad nicaragüense.
Iniciado en 1990 y tras más de 18 años de trabajo, el resultado es un conjunto de imágenes en las que Trobat despliega una mirada cómplice hacia un pueblo de poderosa personalidad que celebra la vida por encima de los numerosos conflictos bélicos y catástrofes naturales que han acompañado su historia reciente. Una narración estructurada a partir de escenas cotidianas, momentos únicos e historias alternativas al discurso oficial.
El título de la exposición, Aquí, junto al agua, uno de los posibles significados del nombre del país en lengua indígena náhuatl, hace referencia a la importancia del agua en la geografía, historia e identidad nicaragüenses y pone de manifiesto la voluntad del autor de ofrecer un relato desde dentro.
La obra de Rafael Trobat se inscribe en la estela de los grandes fotógrafos humanistas y se ha situado como una de las más honestas y vibrantes del documentalismo español.
En esencia, sus fotografías aspiran a trascender los escenarios y las temáticas locales: para Rafael Trobat el tema subyacente en toda su obra es la vida, tomando el mundo como escenario y al ser humano como protagonista.
Rafael Trobat – Aquí, junto al agua. Nicaragua
En la primavera de 1991, llegó al Círculo de Bellas Artes de Madrid un portafolio de Rafael Trobat con imágenes de Nicaragua. Optaba a la selección de jóvenes autores que habrían de exponer en la Sala Minerva de Fotografía al año siguiente. El jurado que examinaba las propuestas decidió apostar por una serie deslavazada de fotografías que, a pesar de su simplicidad técnica, revelaban una mirada inteligente y muy personal; pero dado que el fotógrafo había presentado un escaso número de obras, se me encargó hablar con él para averiguar si disponía de material suficiente para realizar la exposición. Tras una breve conversación, Trobat me pidió posponer la inauguración a finales de 1991 para poder viajar de nuevo a Nicaragua e incluir nuevas imágenes en la muestra. El resultado de aquel segundo viaje fue un conjunto extraordinario de fotografías, algunas de las cuales han sobrevivido a la dolorosa selección que se ha realizado para este libro, tras casi dos décadas de innumerables viajes al país centroamericano y decenas de miles de negativos. Lo que no sabíamos en aquel momento es que dicho trabajo era, casi literalmente, su primera aproximación a la fotografía. La realización de este proyecto sobre Nicaragua, que Trobat inicia a sus 25 años, supone por tanto un proceso en el que se solapan su propia maduración personal con su maduración como fotógrafo […]
[…]La voluntad de Trobat es compartir su experiencia sobre Nicaragua. Una experiencia que se ha ido haciendo más compleja conforme su conocimiento del país se ha enriquecido. El tema, que al comienzo podía ser una más de las miradas europeas sobre lo diferente, se ha convertido en parte de su biografía: su mujer es nicaragüense y su preciosa hija Alba comparte ambas nacionalidades. Conforme fueron ensanchándose las dimensiones físicas y emocionales del proyecto aumentó su sentido de la responsabilidad hacia aquello que fotografiaba. Una responsabilidad que se desdobla en su condición de cronista de una cultura que no es la suya y la que resulta de su profunda vinculación personal con el país. No es de extrañar que todo el proyecto esté impregnado de una ética de la representación que tiene en cuenta simultáneamente a los espectadores ajenos a la realidad de Nicaragua, a los que pertenecen al mundo de la fotografía y, fundamentalmente, a los propios nicaragüenses.
El periodo que abarca este trabajo comienza en 1990 con la derrota electoral de la Revolución Popular Sandinista y termina en 2008 tras el regreso al poder de Daniel Ortega, uno de los líderes del movimiento armado que, tras derrocar al dictador Somoza en 1979, gobernó el país durante más de una década. Trobat utiliza esta etapa de transición como telón de fondo para realizar un retrato de la sociedad nicaragüense que se aleja voluntariamente de los avatares políticos. La suya es una vibrante aproximación a la idiosincrasia de un pueblo que celebra la vida por encima de las numerosas catástrofes naturales y conflictos bélicos que han acompañado su historia reciente. Una narración estructurada a partir de escenas cotidianas, momentos únicos e historias alternativas al relato oficial, que componen un mosaico desprovisto de afectación donde conviven el histrionismo, la ternura, el dolor y la euforia.
En esencia, sus fotografías aspiran a trascender los escenarios y las temáticas locales: para Rafael Trobat el tema subyacente en toda su obra es la vida, tomando el mundo como escenario y al ser humano como protagonista. Sus imágenes evitan los juicios de corte positivista y eluden el paternalismo social. Quieren ser la transcripción de su propia experiencia como nómada visual y espectador apasionado, con toda la subjetividad que ello conlleva y con todo el respeto que ello exige.
Alejandro Castellote
Comisario
Cuando hojeamos un libro o visitamos una exposición, es difícil, si no imposible, imaginar el trabajo, el proceso y el tiempo invertidos en su realización. Es el caso de la obra que Rafael Trobat ha dedicado, con una constancia y una pasión poco comunes, a Nicaragua. De hecho, ¿cómo podríamos pensar que estas fotografías, que nos sumergen en el corazón de una sociedad, poniéndonos en contacto con individuos, espacios y luces, son el fruto de más de 18 años de viajar regular y voluntariamente, con amor y generosidad, a un país en continua transformación?
Las imágenes están ahí, como una evidencia, y nos conmueven por su belleza y por la forma en que nos permiten relacionarnos con sus protagonistas. Estas fotografías no habrían sido posibles sin adoptar una praxis y unas decisiones vitales y estéticas estrechamente ligadas a un estado de la fotografía que hoy está en crisis.
Cuando en 1990 el estudiante Rafael Trobat decide viajar a Nicaragua, lo hace movido por esa curiosidad que alienta a menudo la práctica documental: ¿qué pasa verdaderamente en un país donde las convulsiones políticas monopolizan la atención de los medios de comunicación? ¿Cómo afectan los cambios de régimen, más allá de los clichés periodísticos, a la vida cotidiana de los habitantes de un lugar donde los pobres viven de esperanzas? ¿Queda algo por comprender y mostrar más allá de lo que divulgan los diarios y revistas de actualidad? A partir de estos interrogantes, poniendo en práctica la función asignada a la fotografía en el transcurso del último siglo, Rafael Trobat ha creado una obra a la vez sensible, rica en matices y llena de información.
De esta forma, en un momento en el que la tecnología digital nos arrastra en un torbellino infinito de imágenes, Trobat se inscribe en una tradición claramente identificable: la de los fotógrafos humanistas que cuestionan visualmente el mundo en el que viven para intentar descifrarlo y hacerlo inteligible a través de relatos convertidos en imágenes que se articulan unas con otras.
Trabaja con película, en blanco y negro y en pequeño formato. Se sumerge durante años en el universo que pretende mostrar. Aprende a conocer a la gente que quiere fotografiar, se toma un tiempo: el tiempo de convivir, de esperar para ver las imágenes realizadas; el tiempo de elegir y de dudar de la pertinencia de sus elecciones. Una práctica que en estos tiempos convulsos de imágenes fugaces ya nos parece una manera “a la antigua” de practicar la fotografía. Un modo exigente de subrayar la función de memoria de la fotografía, fundamentada sobre el testimonio, la vivencia y la reflexión.
Esta actitud y esta forma de trabajar, que actualmente aparecen como elecciones reales frente a la vorágine visual en la que vivimos, tienen una historia: aquella a la que pertenecen las imágenes del siglo XX que quedarán en la memoria. Se inicia con la invención de la Leica, que por su ligereza, da una libertad nueva a quienes la manejan. Henri Cartier-Bresson definió, de forma brillante y dogmática, las reglas de utilización e impuso composiciones gráficas procedentes de la pintura basadas en la proporción áurea. Esta noción del encuadre, y, consecuentemente, de lo que queda fuera de campo, ha determinado una historia de la mirada que permanece en lo esencial, aunque algunos autores audaces hayan jugado con la superposición de planos, lo nítido y lo difuso, los equilibrios y las oscilaciones.
En la trayectoria de Rafael Trobat es imposible ignorar la presencia de un personaje clave, que pertenece a esta “escuela” del encuadre, aunque tenga, como cada uno de sus integrantes, su propia singularidad. Se trata de Cristina García Rodero, la gran fotógrafa documental que ha inmortalizado los rituales de su país, España, así como los de Haití y otras regiones del mundo, explorando la condición humana que se debate entre su pesadez y sus aspiraciones trascendentes. Trobat fue, durante años, algo más que su entregado ayudante. Siempre disponible, al límite de lo posible, pero a cambio aprendió hermosas lecciones.
El modo en que Rafael Trobat ha sabido traducir en imágenes la mezcla de culturas en Nicaragua, las prácticas a la vez espirituales y lúdicas, se enmarcan dentro de la línea de trabajo de Cristina García Rodero. Pero, de manera evidente, Trobat transmite una delicadeza, una emoción y una humanidad que sólo le pertenecen a él y que se asemejan a su propia personalidad. Sus fotografías eluden el espectáculo incluso en las situaciones visualmente más impactantes.
Trobat dirige su mirada hacia la vida cotidiana de una sociedad en una etapa de transición política -a la que el autor nunca se refiere explícitamente, dejando esa cuestión para los reporteros que abastecen a las publicaciones de actualidad – sin olvidar la ternura, la alegría y las emociones de los marginados que mantienen la esperanza a pesar de las dificultades.
Y aunque parece que todo va mal, y las ilusiones políticas no han dado los resultados esperados, queda un pueblo que él quiere profundamente y al cual nos invita a comprender y amar, proponiéndonos una complicidad que sólo la fotografía es capaz de activar.
Hermoso en sus formas y desprovisto de efectismos, el trabajo conforma un relato profundo, denso, comprometido y luminoso. En su caso, bien podría aplicársele la definición de la fotografía que enunció Cartier-Bresson: “poner en el mismo eje la cabeza, el ojo y el corazón”.
Christian Caujolle
Biografía Trobat
Rafael Trobat Bernier nació en Córdoba en 1965. Es licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid. En 1988 se inicia en la fotografía y a mediados de 1990 viaja a Nicaragua por primera vez, iniciando un proyecto a largo plazo sobre la vida cotidiana del país y su evolución tras el fin del periodo revolucionario. En 2005 presenta como tesis doctoral este trabajo y obtiene el título de Doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid.
Su formación como fotógrafo se desarrolla junto a Cristina García Rodero, con quien trabajó desde 1990 como asistente. Paralelamente realiza encargos fotográficos para diferentes medios como Liberation en Francia, El País y La Revista de El Mundo en España, la Asociación de Amigos de Arco, la Sociedad Estatal España Nuevo Milenio, la Agencia Española de Cooperación Internacional así como para World Press Photo en Holanda, Kodak Company en Alemania y Channel 4 en Reino Unido.
En 1994 es premiado por la Fundación Banesto con la Beca Banesto de Creación Artística y en 1996 es seleccionado por World Press Photo para participar en su Masterclass en Rótterdam, Holanda. Recibe la Beca Fotopress’99 de la Fundación La Caixa y es premiado por la Fundación Caja de Madrid en 1998.
Su trabajo ha sido expuesto en España, Alemania, Italia, Holanda, Francia, Inglaterra, Suiza, Austria, Rusia, Estados Unidos, Nicaragua y en la mayoría de los países de América Latina, y sus fotografías han sido publicadas en distintos países de Europa y América.
En la actualidad, además de trabajar como fotógrafo independiente, es profesor asociado de fotografía en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid y en la Facultad de Comunicación de la IE Universidad de Segovia.
Más info: www.centroandaluzdelafotografia.es