Karibu Serengeti, el nuevo libro sobre la fauna africana del fotógrafo Ignacio Itarte

Karibu Serengeti

Tras innumerables viajes al continente africano, Ignacio Itarte publica Karibu Serengeti, -Bienvenido al Serengueti- en idioma suajili, un libro en el que recopila las mejores imágenes del Parque Nacional Serengueti (Tanzania). Esta obra es el colofón de más de tres años de intenso trabajo fotografiando el corazón de la fauna africana.

Karibu Serengeti ofrece la posibilidad de acariciar la naturaleza de África a través de la mirada de Ignacio Itarte. El fotógrafo vasco, afincado en Madrid, ha creado este libro con el objetivo de hacer llegar a los enamorados de la naturaleza y la fotografía la vida más salvaje del continente a través de escenas de animales únicas y, a veces, aparentemente imposibles de captar. El libro ha sido editado por Ignacio Itarte, con la colaboración de Jacobo Pérez-Enciso, encargado su diseño artístico y diagramación.

“No necesita cabalgar sobre un tigre pues es capaz de volar en torno a los kopjes (bloques de granito en medio de las grandes llanuras y territorio de los grandes felinos) de Serengeti, incluso ya solo con su mente, cuando retorna a los atardeceres un tanto apocalíptico de su piso en Madrid o al silencio de su refugio en Asturias a editar sus últimas capturas fotográficas tras uno de sus viajes frecuentes a África”, afirma su amigo y fotógrafo Valentín Sama.

La revista FV, decana de la prensa fotográfica en España, ha destacado la publicación: “Este primoroso libro del fotógrafo Ignacio Itarte resulta una auténtica delicia para cualquier observador, incluso para quienes hemos tenido la suerte de visitar el parque nacional de Serengeti y otras áreas de la zona. Es verdad que no hay nada como la realidad, pero Ignacio ha fotografiado no solamente la fauna que puebla el parque, sino que ha plasmado momentos únicos, que pocas veces uno puede ver, salvo que pase horas y horas esperando al momento decisivo y la suerte le acompañe”.

Texto Barbara Mingo:

“Debo haberlo soñado.
África es el continente de la infancia y el Serengeti es su corazón. No importa lo mayores que seamos; oír esas cuatro exóticas sílabas despierta en nosotros la urgencia de la aventura, evoca atardeceres liberados del tiempo, nos trae la imagen de peligrosos animales sumidos en una vida salvaje pero nunca despiadada, y nos hace recordar algo quizá ilusorio pero siempre imprescindible: que en cualquier momento en que lo decidamos, podemos entregarnos a una vida más auténtica y primordial.

Acacias solitarias como pacientes centinelas en extensiones verdiocres, en las que los pastos se mecen como algas en un mar sin agua. Contornos violetas de montañas tan lejanas como recuerdos de elefantes en su cementerio. Estos paisajes parecen vacíos, y sin embargo su calma está urdida por la constante actividad de los animales que los habitan. allí están los leones desperezándose sin prisa antes de lanzarse a la caza, los búfalos que abrevan llevando sobre sus hombros de gigantes a las garzas que los desparasitan en doméstica cháchara, las cebras que salen corriendo cuando el instinto avisa de un peligro a la manada, y así día tras día marabúes, rinocerontes, jirafas, asumen la responsabilidad de renovar el drama de la naturaleza, sosteniendo de paso el entramado de la imaginación del hombre, que es el último invitado en ese palacio sin paredes.

La enorme super cie del parque natural del Serengeti se extiende por el norte de Tanzania y alcanza el límite con Kenia. ahí, el corte divisorio de la frontera administrativa, tan tirante como en todos los países africanos, nos recuerda cuán convencionales son las particiones históricas. Más sentido parecen tener los mapas mentales que recorre todo aquel que haya contemplado las praderas del Serengeti; a partir de su visita extenderá esos mapas sobre cualquier otra superficie de la tierra, como demuestran los últimos versos del soneto Evocaciones de una tarde africana, escrito por el aventurero inglés Alastair Barley en su cottage, de vuelta a su isla en los días de su ancianidad: “Por eso cuando el sol de las tardes de Essex / atraviese las ramas de los árboles sajones/ en el suelo cubierto de hojas secas/ sólo yo veré temblar el corazón de la jirafa”.

«Esa visión es el regalo que los animales nos hacen para nuestro exilio.”

Texto Carlos Jimenez

Responsable para España y Andorra del Centro regional de Información de la ONU para Europa occidental:

“Siempre me ha conmovido la gente que siente fascinación por lugares lejanos, que nada tienen que ver con los sitios donde nacieron o de dónde vienen.
Desde nuestra perspectiva europea, África es distinta, lejana, ajena… lo es geográfica, cultural y coyunturalmente. Y, sin embargo, a pesar de esas distancias, África ha seducido a viajeros y artistas legendarios como David Livingston, Peter Beard, Hemingway, Karen Blixen, Doris Lessing, Diane Fossey, Paul Bowles, gentes que, en definitiva, se sintieron tocadas por sus tierras, por esa naturaleza que, aunque en estado puro, no tiene nada de hostilidad sino que exudan gentileza, belleza y hospitalidad.

Los franceses llaman a esa fascinación el “Mal d’Afrique”, el mal de África, que cambia el rumbo de la vida de los visitantes que sucumben al embrujo de sus encantos. Ellos describen ese “Mal de África” como la “enfermedad” que consiste en una obsesión compulsiva por volver siempre a ese continente porque ya no se lo pueden sacar de la piel, porque les llena unos vacíos, les seduce, les produce una profunda nostalgia y les cala muy hondo… francamente no entiendo por qué le llaman el “Mal” ó lo consideran una enfermedad, cuando, a lo que se enfrentan es a la belleza y a la naturaleza en sus formas de mayor misterio. Quiero creer que usan esa etiqueta a partir de su particular visión irónica y chovinista del mundo. Enseñar y mostrar la belleza indómita sin reservas y rabiosamente salvaje del Serengeti es el gran mensaje de este libro.

También me conmueve la gente a la que le gustan los animales porque creo que en ellos el niño que fueron sigue aún vivo. Cuando mis amigos se compran casas en el campo, siempre les digo que tienen que tener animales. No hay nada más banal que una casa sin animales ni nada más triste que un niño al que no le guste convivir, interactuar y observar animales. Además de instructivo y fascinante, es algo lúdico, relajante y terapéutico. algo que alimenta y estimula la compasión y nos enfrenta a nuestro sentido de responsabilidad frente a la Naturaleza, esa Naturaleza que hemos recibido en préstamo para disfrutarla y beneficiarnos de ella, pero que tenemos que conservar para que pueda cumplir esa misma función con nuestros hijos y sus descendientes.

Por eso, esta mirada tan personal de África, me revela el niño que hay en Ignacio. Cuando vi sus fotos por primera vez, no pude dejar de pensar en la dedicatoria de “El Principito” (que no por casualidad empieza en el desierto del sahara): “quiero dedicar
este libro al niño que esta persona grande fue en otro tiempo. todas las personas grandes han sido niños antes. (Pero pocas lo recuerdan.) Corrijo, pues, mi dedicatoria: a León Werth, cuando era niño)”.

Estoy firrmemente convencido de que Ignacio no sólo ha sido niño sino que no lo ha olvidado. Y cuando en ocasiones posteriores he visto más obra suya y he seguido de cerca sus procesos de viajar a Tanzania, y de cuando ha compartido conmigo sus dudas como «por ejemplo» creer que ya tenía la versión final y, sin embargo, obligarse a retroceder siempre en búsqueda continua, también me ha parecido ver un gran afán de perfección y una enorme capacidad de empatía no exentas de sufrimiento y angustia. Y, sin embargo, en el resultado final, en el que nos presenta a lo largo de este testimonio, Ignacio ha tenido la enorme generosidad de haber depurado la violencia, el dolor, la frustración, el calor rabioso y el tedio que estoy seguro deben haber estado presentes en el proceso de gestación, creación y nacimiento de este libro.

Cuando Ignacio me hace el honor de pedirme que escriba unas líneas para acompañar a sus fotos en este libro me parece en un principio algo de lo más inapropiado porque no puedo contribuir en nada a mejorar algo ya inmejorable, lo acepto simplemente porque me da la oportunidad de declarar que los artistas que, con sus creaciones nos alegran, nos sensibilizan, nos conmueven y nos hacen mejores personas, como decía Bertolt Brecht, “esos son los imprescindibles”.

Ignacio, amigo querido, tu libro y tú sois imprescindibles. Muchísimas gracias.”

El libro puede adquirirse en http://www.ignacioitarte.com/ y en diferentes puntos de venta:

Madrid
Deviaje
Calle de Serrano, 41
915 77 98 99

Librería Gaudí
Calle Argensola, 13
913 08 18 29

Librería Antonio Machado
Calle del Marqués de Casa Riera, 2
915 23 70 66
Antonio Machado
c/ Fernando VI, 17, 28004 – Madrid.

Panta Rhei
Calle Hernán Cortés, 7
913 19 89 02

San Sebastián
Hontza Liburudenda
Okendo Kalea, 4
943 42 82 89

Donosti
Plaza de Bilbao, 2
943 42 21 38

Librería Lagun SL
Urdaneta Kalea, 3